La memoria sucreña, enriquecida por tradiciones y costumbres afrodescendientes, indígenas y mestizas, constituye un insumo crucial para cualquier iniciativa cultural en la región Golfo de Morrosquillo. Luego de sobrevivir a múltiples violencias -la esclavización, el cimarronaje, y el conflicto armado colombiano- nos queda ahora registrar y circular esa memoria para resignificarla y sanar las heridas colectivas de la guerra. 
 
San Onofre, Tolú y Coveñas conforman el Golfo de Morrosquillo habitado por hombres y mujeres cuyos ancestros fueron traídos a la fuerza desde el continente africano para el trabajo esclavo, que no se resignaron y escaparon, siendo cimarrones en busca de la libertad. Y en este territorio fueron de nuevo libres. Generaciones más tarde, de nuevo fueron azotados, esta vez por la guerra, con la llegada del conflicto armado colombiano en los años 90, en forma de amenazas, masacres, desplazamiento forzado, humillaciones y discriminación. Este territorio es testigo y memoria viva de resistencia. Una resistencia silenciosa. Ahora es necesario alzar las voces y que la memoria suene y vuele en todos los rincones. Y el audiovisual es una de las vías. 

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Es necesario visibilizar las historias silenciadas y democratizar el acceso a la cultura, a través del cine como herramienta integradora y formativa. San Onofre, Tolú y Coveñas ya fueron llamados en el pasado como un ‘escenario de guerra’, queremos contribuir a que se convierta en un escenario de cultura y paz.

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Según un minucioso informe de Verdad Abierta, “en San Onofre y sus corregimientos los paramilitares ejercieron como únicas autoridades, sin oposición estatal, y regularon la vida cotidiana de los habitantes a su antojo. Establecieron castigos públicos, imponían trabajos forzados, se apoderaron de las fiestas patronales y hacían valer por las armas privilegios económicos y sociales. (…) Mientras en los municipios ubicados en la Troncal del río Magdalena y en la zona de montaña, hacían incursiones y cometían masacres, en San Onofre se asentaron y fueron produciendo un orden social regulando la vida cotidiana de los pobladores. Ese control y presencia habitual de los paramilitares en San Onofre y sus corregimientos, implicó la moderación de cuerpos, espacios públicos y prácticas sociales. (…) se establecieron pautas de comportamiento, regularon la vida afectiva, la vida sexual y la cotidianidad, especialmente de las mujeres.”